ROMANCE DEL SOCIO PUÑETERO
A Ganjera Iglesias
Si coges un gilipollas
que resulta “tonto el haba”,
lo mezclas con sinvergüenza
y, encima, con mala entraña,
suele resultar un cóctel
que emborracha a media
España;
andamos como beodos
oyendo cosas extrañas
cada vez que abre la boca
cualquiera de estos
“barandas”.
Si los hechos imputados
los hacen Faustino y Marta,
hace tiempo que en la cárcel
tendrían sustento y cama
una treintena de años
y ya expurgados de pasta.
Pero el caso es diferente;
uno está en esferas altas
y el otro, que aprovechó
conocer a este “baranda”,
le inspiró una sociedad
pa trincar dinero a manta:
--“Mientras yo llevo las
cuentas,
tú vas poniendo la cara
por esas Taifas, que abundan,
y presiden tarambanas;
tú eres de Mallorca Duque
y en Mallorca está un tal
Matas
que por un saludo tuyo
se derrama entre las nalgas;
tú le pides lo que quieras;
tiene sus cuentas pringadas
y, a la sombra de un Gran
Duque,
las sueña justificadas”.--
Así comenzó el negocio:
con una ONG montada
que, sin ánimo de lucro,
¡par diez, vaya si lucraba!
La hicieron con agujeros
y los euros se escapaban
a una maraña de empresas
que, para el caso, montaran.
Y es que hay porosidades
que sudan y sudan pasta.
Hace un tiempo Diego Torres
fue llamado hasta la Sala
porque diera información
de cuanto en Nóos pasaba.
“A divinis” se acogió
y vino a llamarse a andanas
y, “cuitadín”, temeroso
de que una simple palabra
pudiese dañar al Duque,
tuvo su boca sellada.
--“Hasta que el Duque no
hable
tendré mi boca cerrada;
es el jefe; que abra trocha
y, después, por la segada
prometo cantar mi “oste”
y “moste”, como Traviata”.--
Cuando el Duque vino a hablar
al mismo juez en la Sala
todo fueron vaguedades:
él no sabe; él no estaba;
todo era cosa del socio
que por su cuenta actuaba.
Él es miembro de nobleza;
él tiene su conciencia alba.
Con el paso de los días
la fidelidad cambiaba.
Torres acumuló “emilios”
que a la corte implicaban
y acude con su escopeta;
“emilios” eran su balas;
el letrado arrima el hombro
para llevar la canana
con sus doscientos cartuchos
que a todo cristo apuntaban:
que si el Rey sabía todo;
que con Corinna cazaba;
que si el Duque en gananciales
compartía con la Infanta;
que si al Duque un tal
Revenga
cada día asesoraba;
que si al Duque la Corinna
en Laureus un puesto daba
con la anuencia del Rey
y permiso de la Infanta,
doscientos cincuenta mil
le pagarían por nada.
Tiro a tiro, “emilio” a
“emilio”,
hace Torres sus descargas
y, como él es “cuitadín”,
mira al suelo, no a la cara,
y de sus pecados propios
Don Diego no dice nada;
tan solo, que él era socio;
era el Duque quien mandaba;
él obedeció en silencio
y en silencio se forraba;
pues vivir de millonario
al más humilde le agrada.
Atónito escuchó el juez
los “emilios” de la traca
y sacó la conclusión
de que no aportaban nada
que interesase a este caso;
eran pólvora mojada.
El fiscal dijo: --“Nanai,
que no se llame a la Infanta”.--
(Madrid, 17 de Febrero de 2013)